Ayer, mientras caminaba por la calle para reunirme con un amigo iba ensayando en silencio nuestra próxima conversación, como hago todos los días. Es una manía. Así me aseguro de explicar bien lo que quiero decirle. Y estudio cómo suenan mis palabras.
Un hombre me vio mover los labios y me miró como si estuviera loca. Cuando me giré ya se había ido, dando pasitos rápidos y mal disimulados, como si se escapara de mí.
Normalmente caminamos por la calle y la otra gente es tan sólo un obstáculo a esquivar. Autómatas.
Sólo recordamos a las personas que amamos de alguna manera. Y el odio, al igual que el desconcierto, es un tipo de amor.
Ayer me adivinaron loca por la calle y fue como si me dijeran "A ti sí te recordaré dentro de unas horas".
Y fue precioso. Como una declaración de amor.
Aunque no me dio tiempo a dar las gracias, para ese hombre al menos no fui otra autómata.
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